lunes, 18 de agosto de 2008

La viuda de en frente

¡No puede ser! Y ahora, ¿Qué haré? La escuchaba decir desde la ventana de mi baño. Vestía de negro, como todos los que llegaban junto a ella. Sólo una más lloraba detrás, aunque no de igual forma, lo hacía con un dolor similar: No quiero entrar, esa ya no es mi casa. Si mi Papá no está ahí, esa ya no es mi casa.
Pasaron dos meses y casi la olvidé. Por más que me asomaba a la ventana, el parqueo seguía sin ella. La buscaba cada mañana con la casi necesidad de verla encender el Pontiac que hacía meses encendía él antes de irse a caminar junto a ella cada mañana.
De repente, cuando casi olvidaba su existencia, noté que la viuda de en frente apareció de nuevo y seguía igual de triste, tanto que a veces, a pesar de estar ahí no la veía.
Dos años despúes la veo de nuevo y esta vez, muy diferente. La Rubia de enfrente estaba sentada en el mismo lugar donde antes lloraba.
Ya no está sola, tiene compañía, ahora ríe a carcajadas y la sigo viendo desde mi ventana, como una señal inequívoca de que todo, absolutamente todo, por más difícil que parezca, pasa.
Como diría Rosa Francia Encarnación, hasta la ciruela pasa.

Back to school

La mejor herencia que pueden dejar los padres a sus hijos es la educación.

Cuando era niña y escuchaba esto, me sonaba a premio de consolación, pues estaba clara de que mis padres no tenían para mí otra fortuna que no fuera la voluntad de educarme.
Ahora que soy grande y tengo mis hijos, me suena a reto. Un reto que cada día se hace mayor, no sólo por el compromiso con la calidad de la enseñanza, sino también por la inversión económica que conlleva lograrlo.
El inicio del año escolar, en buen dominicano, nos dejó a todos sin un chele. Durante las compras no dejaba de preguntarme, ¿Cómo se hace la gente que tiene cinco hijos y menos ingresos? Nadie me supo contestar, pero todos lo hacen. Todos lo hacemos. Y creo que es precisamente basados en la premisa de que es la mejor herencia que les estamos dejando.
Hoy llevé a María del Mar a su primer día de clases. "Welcome back to school!", decían a coro y con efusividad las maestras al darle la bienvenida a todos los niños. ¡Pa´l colegio las mujeres y los hombres del futuro coño!", gritó un vendedor de cosas viejas que pasaba en ese momento frente al colegio.

domingo, 17 de agosto de 2008

Las sencillas genialidades de Pixar


La tv está encendida y mis hijos ven "A Bug's Life " una de las tantas genialidades de Pixar Animations Studios (aunque por supuesto, no la mejor).

Llama mi atención una escena, en donde uno de los insectos intentando atraer la audiencia dice a manera de saludo: "Buenas noches, Damas y otros insectos"... Ya es la segunda vez que escucho la frase, pero por alguna razón que desconozco en esta oportunidad imaginé a la distinguida Alejandrina iniciando así su discurso en su presentación como Secretaria de Estado de la mujer...

De inmediato, la mala memoria que ultimamente me caracteriza, me dio un espacio para recordar otras frases que me han encantado tanto como la de Alejandrina, y que bien pudieran ser parte de otras escenas en nuestra vida real. Por supuesto, en escenarios y con personajes muy diferentes a los que le han dado origen...

Los peces son amigos, no comida.


"No es al camión al que apunto"


"No puedes cambiar la naturaleza"

No importa cuántas veces salvas al mundo, siempre vuelve a estar en peligro otra vez.

No se puede negar, todo lo de Pixar es genial. Genial y sencillo al mismo tiempo. Quien me diga lo contrario lo hace por que no vio Wall-e.

Steve Jobs, Presidente de esta empresa (y un genio por muchas otras cosas que todos conocemos), destaca que ser el mas rico del cementerio no es lo que más le importa, sino acostarse por la noche y pensar que ha hecho algo genial.

A él, eso es lo que más le importa, yo desde aquí, creo que ya puede morir tranquilo.

jueves, 14 de agosto de 2008

Vicky Cristina Barcelona

Y justo cuando empezábamos a extrañar algo de buen cine, llega Woody Allen con 'Vicky Cristina Barcelona.

La película, ambientada (obviamente) en Barcelona, narra a la manera de Woody Allen la historia romántica, de un pintor que se relaciona con dos turistas norteamericanas y su ex novia, dando como resultado el retrato de algunos estereotipos, que traspasan a la pantalla del cine mostrando los miedos, deseos y complejos que en algún momento padecemos todos los seres humanos.
Woody Allen nuevamente pone de manifiesto su espectacular inteligencia, uniendo a Javier Bardem, Scarlett Johansson, Penélope Cruz y Rebecca Hall. Un cuarteto sin desperdicio que desde ya es considerado por algunos, su mayor aporte a la historia del cine (afirmación hecha, no sólo por el valor de la película como tal, sino por el dúo Scarlett-Penélope, besándose en una de las escenas).

Se estrena mañana en Estados Unidos. Esperemos que pronto llegue al patio y podamos sacar nuestras propias conclusiones, mientras, nos queda confórmanos con el trailer:

http://www.elmundo.es/elmundo/2008/08/13/videos/1218621574.html

sábado, 9 de agosto de 2008

Caído del cielo

No importa si tienes un postgrado, MBA o un PHD. Tampoco si te graduaste de la secundaria como estudiante meritorio o si el diploma dice Summa Cum Laude. Nada significa el hecho de que tu vida profesional sea una colección de reconocimientos por los logros alcanzados.

No importa si tienes habilidades, destrezas o experiencia vasta en alguna disciplina. Menos aún que tengas el coeficiente intelectual necesario para estudiar ciencias exactas, geopolítica, literatura o astronomía. De poco sirve que seas un adelantado en materia de tecnologías de la información. Si has leído o conoces a Faulkner, Nabokov, Pamuk, Borges o si te conoces la vida y obra de Shakespeare, es en vano.

Todas las respuestas que pensabas tener, se evaporan cuando un niño de cuatro años lanza su dardo cargado con esa avidez única que un ser que no ha cumplido ni siquiera un lustro puede tener. Se trata de una inmejorable mezcla de inocencia, picardía y, sobre todo, curiosidad, demasiada curiosidad por saber el qué y el por qué de todo lo que existe a su alrededor.
Aquí algunas de esas preguntas que en determinados momentos me han invalidado, sin poder ofrecer a las mismas las más mínima respuesta, por risa o por ausencia de argumento:

−¿Mami, ese es el carro de Juan Pablo Duarte? (Al ver una camioneta de la Dirección General de Aduanas con un gran escudo y una gran bandera pintada detrás).

−¿Tiene tu crobio, Mami? (Al decirle que no se llevara un juguete a la boca por que tenía microbios y se podía enfermar).

−¿Cuál brilla más, el sol o la luna? (Una noche de Luna llena en la que era imposible ignorar el brillo de ese satélite).

−¿Por qué tú le das dinero a ese niño? (Cada vez que le doy algo a cualquier pequeño en alguna esquina de la ciudad).

−¿Dónde están sus papás? (Siempre viene detrás de la pregunta anterior).

−¿Qué es la Libertad, Mami? (Pensé que tenía la respuesta y a pesar del sueño y el cansancio, me atreví a responder con mi versión de la libertad, a lo cual respondió: −Yo pensé que la libertad es una estatua que hay en Nueva York.

−¿Por qué se llama pez si está en el agua y pescado cuando nos lo comemos? (El día en que se intoxicó al comer minuta)
−¿Por qué se fue la luz? (Una noche en que después de 20 horas de apagón, nos quedamos sin inversor.)

−¿De quien es esa fiesta Purple?(En medio de una caravana del PLD).

−¿Qué pasa si Papa Dios se cae del cielo? (No recuerdo el contexto, pero es la única que aún espera por respuesta).


lunes, 4 de agosto de 2008

Comunicación y temporalidad

Los desafíos de la comunicación en un mundo fluido de Sandra Massoni es uno de esos libritos que engaña. Dirigido a comunicadores y otros profesionales interesados en la comunicación estratégica, de entrada no me motivó siquiera a comprarlo, pero al ojearlo, salió la Vielka compulsiva con su vocesita insistente y dijo, cómpralo, cómpralo, siempre hay algo bueno en cada libro.

Lo compré y no me arrepiento. Desde una perspectiva teórica y metodológica recoge producciones de la autora sobre artículos publicados en diferentes países, conferencias internacionales y descripciones de sus experiencias, presentando el concepto de estrategia de comunicación dentro del marco de la temporalidad, categorías básicas que nos llevan a reconceptualizar la comunicación, nuestro rol como comunicadores y los estudios comunicacionales en un mundo cada día más fluido.

Como punto de partida, nos remite a 1999, presentando una síntesis de la obra Cara y contracara ¿una civilización a la deriva?, una reflexión de Víctor Massuh sobre los problemas que enfrenta la humanidad, que antes, durante y ahora se repiten incansablemente ante nuestros ojos.

Aquí, parte del texto:

Es bueno recordar que nada en el ser humano ni en la naturaleza es un fragmento. En cualquier terreno que transitemos es preciso no perder de vista el horizonte de la totalidad.

Tampoco somos un fragmento de tiempo, ni la coexistencia casual de sus tres partículas: pasado, presente, futuro. Nos constituyen esas tres dimensiones como una totalidad orgánica. Se hiere una parte y queda afectado el conjunto.

El tiempo no crece linealmente sino en expansión. El tiempo de un individuo se amplía en otro, en el de un pueblo, el de una fraternidad colectiva. Crecemos hacia atrás, hacia adelante, debajo y arriba del tiempo. En todo instante vivido con intensidad extrema, su onda expansiva lleva más lejos los límites del pasado y del futuro, los enriquece e ilumina.

Hoy es preciso recuperar la vivencia del futuro como aventura, indeterminación y esperanza. Buena parte de la creativad cultural prefiere ser rememorativa más que proyectarse en la exploración de caminos nuevos.

Abrir las puertas al futuro en el plano de las ideas. Aún reconociendo que el porvenir tiene su propia autonomía, un arbitrio incognoscible.

Necesitamos recuperar el poder soberano de la voluntad para ir creando a cada instante.

Entre Dominicanos la vida es más sabrosa

Lo pensé en el avión, al escuchar a todo el mundo hablar al mismo tiempo. De inmediato me di cuenta que el viaje tendría su saborcito. Justo antes del despegue, el tamborero abrazó su tambora como si fuera su hija menor. Le dio un beso luego de hacer la señal de la cruz tres veces de corrido.
Qué decir de su reacción cuando la aeromoza le indicó, mitad en inglés mitad en portugués, que debía guardarla en un compartimiento. Intervinieron cuatro de sus compañeros para asegurarle que, aunque estuviera allá delante, su tambora estaría segura. No le quedó más opción que darle otro beso en señal de “hasta luego”.

Después de ese episodio, dirigí mí vista al joven taxista. Supe que era taxista pues él se encargó de que todos lo supiéramos al exclamar desde su asiento: “¡A coger lucha de nuevo en un taxi!”. Estuvo en Santo Domingo para conocer su hijo recién nacido, el primero de cinco que piensa tener. Se queja constantemente del dinero y de lo que cuesta ganarlo, pero quiere cinco hijos, “aunque sea para pasar trabajo”, declaró mientras devoraba el chicken que le ofreció en inglés la “portuguesa”.

Dos nalgadas y una sesión de gritos desesperados desvíaron mi atención hacia la señora gorda que trata de calmar a su hijo. Nada de inteligencia emocional ni de psicología infantil. Ella maneja sus propias emociones y la de su pequeño mostrándole −a su manera− quién tiene el poder. Sólo atiné a escuchar la primera parte de su advertencia: “Todavía no hemos llegado a Nueva York, yo te agarro aquí mismo y…” La frase siguió con un gesto de sus manos que no debió gustarle mucho al niño, porque guardó silencio el resto del viaje.

Al cruzar hacia el baño, vi en primera clase una exquisita pareja que, agobiada por el ruido, saca sus ipods y sueñan con llegar a la 5ta. Avenida. Los veo ojear la revista del Sky Mall y sacan una cartera con varias tarjetas de crédito para lo que yo consideré una revisión del armamento o un inventario de las herramientas necesarias para la misión del viaje: compras en la gran ciudad.

El copiloto avisa la llegada y todos nos alegramos de ello. Minutos después, lo que pensé el mejor cierre de cualquier espectáculo: aplausos del público ante un tímido “ladies and Gentleman, welcome to New York City”. Luego de una larga caminata y grandes filas en migración, mientras esperaba las maletas me di cuenta que la mayoría de los pasajeros tomaba su equipaje y le daba un abrazo o se despedía de quien identificara como compañero de viaje (que a propósito dura unas 4 horas).

Al salir, más gestos. Manos y brazos abiertos en señal de recibo corren a buscar al que llega cargado. Gritos, abrazos con media vuelta, más gritos, más media vuelta, más abrazos (ahora con una alzadita), más gritos… Desvío mi vista ante unos japoneses que llegan de otro vuelo y veo que un señor recibe a una señora dándole algo que simula un abrazo con tres golpes en la espalda similar a los que se dan a los recién nacidos cuando toman leche.
Otro, más frío aún, sólo agarra las maletas y sigue caminando. Otro, que supera a los dos anteriores, se limita a abrir el baúl del carro para entrar las maletas del que llegó.

Pero los dominicanos, los dominicanos seguimos la algazara y de inmediato el grito más fuerte hace que vuelva la vista de nuevo hacia el tamborero, quien soltaba la tambora para salir corriendo a encontrar a quién presumo sí es su verdadera hija. La carga, la besa, la abraza, dice varias frases al mismo tiempo y al final le muestra la tambora: “¡Yo taba loco por que la vieras!”, exclamó. Ante tal manifiesto, la pequeñita abrazó la tambora, intentó tocarla y luego la beso dos veces.
Yo sólo sonreí y validé mi pensamiento inicial, entre Dominicanos la vida es más sabrosa.