lunes, 31 de agosto de 2009

Las dos cosas


Cuando mi amiga Alicia Puello, el ser más ocurrente que he conocido en la vida, escuchó la canción "La parte de adelante", preguntó con su usual curiosidad quién la cantaba. - Calamaro, se le respondió. Y a seguidas hizo otra pregunta aún más curiosa y ocurrente: ¿El amigo de Bob Esponja?
Hoy, un día en que hay poco para ver, encontré en Internet esta imagen que irremediablemente me hizo recordar la ocurrencia de Alicia. Como diría el mismo Calamaro, entre recordar y entre olvidar, me quedo con las dos cosas.

sábado, 29 de agosto de 2009

Odontología Moderna

Siempre he odiado ir al dentista. Lo siento por dos o tres amigos que eligieron la odontología como profesión, pero el recuerdo de unos colmillos que me acompañaron incluso más allá de la adolescencia, unos dientes supernumerarios en mi paladar y dos o tres molares acostados y con raíces entrelazadas, no me permiten superar ese sentimiento.
Para mí, el pequeño espacio llamado consultorio dental, conjuga olores desagradables, sabores desagradables y sonidos aún más desagradables.
Yo, que siempre voy detrás del error como diría Fito, osé decirle lo que pensaba a mi nuevo odontólogo justo en el momento en que empezaba a trabajar: -Con tantos avances médicos, tecnológicos, científicos... creo que la odontología es una rama que se ha quedado atrás.
-No es cierto, contestó con una dulzura extrema pero nada convincente: El procedimiento que hoy te harás tomaba antes tres semanas y hoy lo haremos en tres horas, eso es gracias a la odontología moderna. Así empezó a decirme lo que haría (como si eso ayudara) con una larga lista de palabras terminadas en al: apical, distal, lingual, coronal… hasta que sencillamente dejé de escucharle.
Exactamente tres horas después, salí de allí con la horrible sensación de haber estado presa durante tres largas semanas, victima de la tortura de olores desagradables, sabores desagradables y sonidos aún más desagradables. Todos conjugados de manera perfecta para hacerme reafirmar mi odio por el dentista.

martes, 25 de agosto de 2009

Escuchando el silencio

La música que escucho normalmente va asociada a mi estado de ánimo, a cómo me siento, a cómo estoy. Es una vieja manía que con los años ha ido tomando fuerza y que no me molesta para nada, ya es parte de mí. Así, cuando escucho a Sabina, es muy posible que se esté conjugando por ahí dentro algún verbo terminado en or, er o ir. Da igual cual sea.
Como buena Calamariana, si Andrés suena, lo hace la mayoría de las veces por disfrute, otras tantas por irreverencia, por complicidad, por la risa que provoca luego al recordar una frase, un entre líneas o cualquier historia creada sobre una canción, ya sea una verdad a medias o una mentira bien dicha.
Calamaro también suena porque sí, porque muchas veces es lo único que procede escuchar. Porque sí también suena Drexler, aunque la mayoría de veces lo hace por esa necesidad incontrolable de escuchar cosas que simplemente no sé cómo decir. Drexler casi siempre le canta a la tristeza, o mejor dicho, a mí cuando estoy triste.
Muchos otros se aparean con mi estado de ánimo. Sting, Cold Play, Eva Cassidy, Pet Shop Boys, The Beatles, Bob Dylan, Nirvana, Gun's n roses, Soda, Ceratti y hasta Queen me suelen acompañar.
Si el ánimo me pide hablar con Dios y no tengo una oración convincente, he llegado a disfrutar de un buen Gospel y escucharlo hasta sentir que ya le he hablado suficiente.
La música que escucho me conoce demasiado. Sabe todo de mí, de mis estados de ánimo y me resulta casi imposible engañarla a veces. La música que escucho no se hace la sorda, saber jugar su papel y ya hasta entiende claramente cuando debe callar y dejar que sea el silencio lo único que se escuche.