sábado, 27 de junio de 2009

Degustando la tristeza

He desarrollado una inexplicable afición por el Brócoli. Creo que su color verde esperanza, su frescor, su olor, su firmeza y al mismo tiempo su suavidad, han hecho que saliera de una lista ligeramente corta de aquellas cosas que Vielka Guzmán no se le ocurre comer.
La forma en que salió de esta lista es algo inexplicable. Más que por insistencia de terceros, sucedió cuando descubrí que mi rechazo real era hacia el Coliflor. Ese horrible vegetal es tan triste que no merece siquiera ser bañado en aceite de oliva y mucho menos ser tocado por la especia más trascendental de todos los tiempos: la pimienta.
En el Tratado de Culinaria para mujeres tristes, Héctor Abad Faciolince reseña al Coliflor como una planta triste y melancólica.
Hoy, sin ningún motivo siento una tristeza florecida, una tristeza Coliflor. Para contrarrestarla, rompí la receta del tratado y en lugar de salar el Colifror con mis lágrimas y dejar que chupe mi melancolía, lo sustituí por el Brócoli, que contiene más nutrientes que ningún otro vegetal y que hace que sonría, llenándome de verdor, por dentro y por fuera.

Helipuerto

El helicóptero blanco con azul descendía lentamente por el malecón. El sol infernal, la nubosidad y el mismísimo viento hacían que fuera demasiado notorio.

Los niños, curiosos insaciables, pidieron que me detuviera para verlo “aterrizar”. Madre al fin, los complací. Minutos después, se fijaban en la hélice, en el color, en el número y en el señor uniformado que abajo lo recibía. Al mismo tiempo, yo me preguntaba ¿Qué limitado grupo le está dando uso a esto?
Hice mi lista mental rápida: El Jefe de la Policía, el Presidente de la República, El Honorable Aristy Castro, El Canciller Morales… No, el Canciller aterriza en el Hotel Santo Domingo, oportunamente, frente a la Cancillería.
En fin, que la lista fue bastante corta. Más aún porque Quirino no está, Florián murió y Ramoncito está en Najayo. (Aunque conociendo nuestro país, quizás haya vuelos directos Malecón-San Cristóbal…)
En fin que justo ahí se abrió la puertecilla del aparato para dejar salir al pasajero: un señor de unos 60 años sumamente atractivo e impecable que agacha su cabeza y corre al mismo tiempo para acercarse rápidamente a su chofer. Le entrega algo como varios envases desechables de esos que se usan para llevar sancocho a domicilio y raudo y veloz abordó su Land Cruiser negra. Yo estaba demasiado concentrada en el señor cuando Cesarín notó que quedaba alguien más dentro del aparato y entonces preguntó ¿Y no va a bajar esa muchacha?.
Diez minutos después (lo siento, me quede a esperar porque algo no me cuadraba…) una joven de unos 25 años, pelo negro lacio, esbelta y llena de gracia, bajo rauda y veloz para abordar un taxi que había llamado desde el helicóptero.
Recién ahí recordé y entendí aquellas quejas y movilizaciones por parte de ecologistas, intelectuales y pobladores cercanos, en contra de utilizar áreas y fondos públicos para satisfacer caprichos y necesidades privadas. No querían el Helipuerto, no lo entendían, no lo veían necesario.
Cesarín vuelve a sacarme de mi abstracción: ¿Y por qué ella no se fué con su Papá? (¡Ah la inocencia!) Quizás porque él iba a llevarle la comida a la Mamá y ella iba a hacer otra diligencia, contesté yo.

domingo, 14 de junio de 2009

Verdades absolutas

Los amigos, los verdaderos amigos, no son aquellos que están contigo en las malas sino en las buenas.
No lo escribió incorrectamente, de hecho, insistió en que leyera bien porque sabía que tenía toda la razón y yo sé que tiene más de mil razones para ser tan determinante al escribirlo.
¿Sabes por qué?, preguntó para responder a seguidas : Porque cualquiera puede estar contigo en los momentos malos, ya sea por: 1. Utilizarte de consuelo ante su propia desgracia, viendo que hay otras peores. 2. Morbo, punto. 3. Alegría. Hay mucha gente que le hace feliz ver las lágrimas del otro. 4. Celos, envidia, resentimiento, frustraciones acumuladas, temor.... En fin, pudo seguir, pero no lo hizo. De hecho, el punto 4 lo he agregrado yo.
Ella, simplemente insistió en que me diera cuenta de que en la desgracia, es muy fácil encontrar público.
Pero... ¿En las buenas??? Ahí sí que es difícil, encontrar sentimientos genuinos de alegría pues no cualquiera aguanta ver al prójimo subir mientras desde abajo le toca mirar.
No lo dije yo. Lo dijo Cristina Marrero, con su sagaz inteligencia y sus verdades absolutas, desde la vecina isla de Puerto Rico.