jueves, 16 de octubre de 2008

Damas de blanco.

Se veían felices pero también vacías. Aunque pudieron salir a tiempo, aquella prosperidad que les acompaño en el viaje aún les hace pensar que sin importar el lugar en que estén, son seres de características superiores.
Se quedaron por allá por los años 50. Inmóviles ante las realidades que le rodean. Hoy tienen la libertad de elegir cosas tan relevantes como la educación de sus hijos, pero la mayoría de las veces se enfocan en otras tan absurdas como la conservación de la raza.
Eligieron quedarse allá, en los años 50. Al verlas, imaginé aquel día en que las llamaron y las pusieron en fila para ser cortadas con la misma tijera. Noté que unas cuantas pudieron escapar y lograron teñirse el pelo de color diferente: rojo, castaño, marrón. Esas pocas, hoy usan oro en lugar de perlas o quizás perlas en lugar de oro. Pero no valen estos esfuerzos. Aunque encontraron la libertad al cambiar de isla, siguen con los mismos límites mentales, presas de las mismas costumbres, amantes de las mismas historias, escuchando la misma música, disfrutando el mismo sabor, oliendo el mismo olor.

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