domingo, 15 de febrero de 2009

La escafandra y la mariposa.

Llevaba ya muchos días sin escribir, pero eran muchos más los días que llevaba sin ver una buena película y hoy, gracias a Julian Schnabel y a su aparente gran capacidad de adaptar historias reales a la pantalla gigante, rompí un récord conquistado de forma involuntaria.
Con la única expectativa de combatir el aburrimiento, elegí ver La escafandra y la mariposa.
De inicio, una historia bastante fuerte, cruel, quizás incluso poco agradable que luego se va llenando de sensibilidad, emotividad, realidad, pero sobre todo belleza e imaginación.
En cuestión de minutos, pasé de lo trágico, a lo cómico y a lo sublime. Encarné el cuerpo de Jean Dominique Bauby, quien padece del síndrome del cautiverio, para hablar a través de su ojo izquierdo, adivinar y escribir a través de sus palabras, vivir a partir de su yo y disfrutar de cada diálogo, cada personaje y todas sus escenas.
Una historia que le puede ocurrir a cualquiera. Una historia que me lleva a pensar en cómo se le da sentido a la vida cuando aparenta ya no poder vivirse y en cómo se ha de encontrar la belleza cuando lo que se ve ha dejado de ser bello.
La escafandra y la mariposa, pasa a mi lista de películas favoritas, dejándome tres preguntas aún sin respuestas: ¿Qué tan capaces somos de agarrarnos a lo humano que llevamos dentro? ¿Por qué sin padecer el síndrome del cautiverio dejamos que nuestro cuerpo sea también nuestra prisión y elegimos vivir dentro de una escafandra? ¿Quién tiene el valor necesario para lograr renacer y liberarse como una mariposa?

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