domingo, 6 de julio de 2008

La casa de la abuela

Ayer estuve en la casa de la abuela. Luce distinto y no huele igual. Entonces recordé la teoría de los olores que hace días discutía con Wendy: Cuando algo no huele igual, ya no es lo mismo que era. No importa como luzca, si pierde el olor con el que lo identificabas, ha perdido su esencia.

La casa de la abuela. El lugar perfecto para celebrar lo que fuera: Nacimientos, bautizos, cumpleaños, bienvenidas, tardes de dominó entre todos los tíos, nochebuena, año nuevo, día de reyes o simplemente domingos por la tarde.

Caminé por el patio en el que de niña jugaba como si fuera Leslie en El mundo mágico de Terabithia. Recordé el día en que mi hermana cerró su puño por un largo rato ante el ataque de histeria que le provocó saber que había agarrado un sapo en lugar de alguna fruta. -¡Córtenme la mano! decía, ante la risa también histérica de todos los que la veíamos.

Los nombres de Raymond y Gregory siguen de negro en la pared de fondo en el patio, como si buscaran hacerme recordar la primera vez que escuché la palabra graffiti.

Ya no están los grandes árboles de bambú, aquellos que reían a las 12:00 de la medianoche de cada fin de año y al que los perros misteriosamente ladraban y ladraban por horas sin que alguien nos diera una explicación lógica del hecho.

La casa de la abuela. Aquella que una vez caminé dormida por la madrugada, queriendo salir a buscar el avión que había caído en el patio, hecho por el cual fui el hazmerreír y la anécdota de todos por mucho tiempo.

Después de 20 años, More sigue ahí. Parado del otro lado de la verja, me hizo recordar cuando con apenas 12 años, saludaba con la misma sonrisa y la misma alegría particular que le fuera dada con su retraso mental.

La casa de la abuela, puede que ya no huela igual, puede que luzca distinto, pero aún mantiene su esencia. Algunas cosas parecen no cambiar nunca.
Algunas teorías no son del todo aplicables.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta como escribes, se ve que eres un ser sensiblemente inteligente y brillante.

Anónimo dijo...

Creo que todos tenemos un recuerdo particular de la casa de la abuela. En mi infancia no podia visitar a mis abuelas con frecuencia porque las dos estaban lejos de la ciudad, pero a la hermana mayor de mi padre, mi hermano y yo siempre la llamamos Abuelita. Ella vivía en Villa Juana, cerca de Cortés Hermanos y por eso dependiendo de la hora del día, su casa olía a cacao...es uno de los aromas de mi infancia que no he podido olvidar. -- Vanessa