viernes, 29 de enero de 2010

IKEA


De todos los casos de negocios que me han tocado estudiar, dos lograron permanecer como mis marcas favoritas de todos los tiempos: Zara e IKEA.
En el caso de IKEA, ha sido de las cosas que más disfruté no sólo en la Universidad, sino también en las clases de Barna en donde con un embarazo de casi 8 meses asistía religiosamente como parte del programa de desarrollo de Tricom.
Recuerdo que el reto siempre coincidía: Identidicar cómo un concepto, una sola persona, una idea, dieron como resultado la mayor empresa de fabricación de muebles y cuáles factores se combinaron para lograrlo.
Leer el caso, analizarlo, estudiarlo y discutirlo siempre llevaban a la misma frase: Un granjero que reinventó la fabricación y venta de muebles.
Desglosar la actividad de venta de artículos a los granjeros, analizar el por qué de la estrategia de precios accesibles, definir los conceptos de innovación, evolución, prestigio, hicieron que me enamorara de IKEA sin siquiera haber puesto un pie en una de sus tiendas.
Mucho después, estando en Estados Unidos, visité una y fué como tener 6 años y entrar a una juguetería. Hoy, recibo el catalògo del que, como diría Vianco Martínez, -segùn me cuentan-, se distribuyeron unos 350 ejemplares. Mi primera impresión: IKEA me gusta demasiado como para no desear recorrer sus pasillos y disfrutar los colores, las formas, la funcionalidad y vivir, como dice el editorial en los inspiradores interiores.
Me motiva sobremanera eso de llevarme toda esa experiencia a casita. Es por eso que desde ya, me declaro en bancarrota.

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