domingo, 8 de junio de 2008

¿Qué pasó?

El lunes pasado fue lanzado el libro What Happened de Scott McClellan, el ex vocero del presidente George Bush, que describe cómo era la Casa Blanca durante su gestión como Secretario de Prensa.

Si la cosa se hubiese quedado en describir su gestión, no hubiese ningún problema, pero este personaje ha causado un gran alboroto en el mundo de las Relaciones Públicas por traer de vuelta un dilema sobre la ética, la lealtad y confidencialidad que debe caracterizar a quienes ejercemos esta profesión.

En What Happened, McClellan admite que mintió a los medios sobre los argumentos para que Estados Unidos entrara en la guerra de Irak. Alega que estaba mal informado, que se dejó engañar y se atreve incluso a criticar a los medios por no haber sido sagaces y cuestionar las decisiones del actual presidente de los Estados Unidos.

Como si a Bush le faltara poco, ahora resulta que tuvo a su lado por no sé que cantidad de tiempo un gatito de María Ramos que aparentemente nunca mostró remordimiento mientras estaba en la Casa Blanca y ahora aparece en el momento preciso con su librito debajo del brazo, arrepentido de haber dado esas declaraciones al público y a los medios.

Dice sentirse “engañado” por las informaciones que él mismo difundía. Ante sus declaraciones, un analista de temas legales de la cadena CBS nos llamó a todos los relacionadores públicos “mentirosos profesionales”. La PRSA (Public Relations Society of America) salió al frente a los ataques pero no ha tenido mucho resultado.

¿Cómo nos deja esto parados? Muy mal, por supuesto. Al leer la nota, no puedo evitar pensar en que este es un aprovechado. ¿Cuánto de esto puede ser verdad? Claro, si no hubiese sacado el libro, le creería a McClellan, pues Bush no goza para nada de mi aceptación. De Bush podemos esperar cualquier cosa, pero eso no quita que me crea el discursito de arrepentido de su antiguo relacionador público.

Lo importante aquí es recordar que la balanza debe ser precisa. Los medios –cada día con mayor alcance- tienen fija la mirada en nosotros, en nuestra ética y nuestra credibilidad. Las empresas en nuestra lealtad, en nuestro compromiso. Esas siempre serán las verdaderas credenciales de esta profesión. Los que no la modelan, son unos estafadores que dependiendo el momento, juran decir la verdad y nada más que la verdad.

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