domingo, 7 de septiembre de 2008

Prejuicio

Ayer aprendí el verdadero significado de esta palabra. Algo aparentemente simple y escuchado con frecuencia, se convirtió en una experiencia vivencial. Fui la protagonista principal de un aprendizaje forzoso sobre no formarse juicios preconcebidos sobre una persona o tema.
Mi razón se cegó. Armé mis propios argumentos sin base ni fundamento por alguien que apenas había visto una primera vez. Hice juicios temerarios e incluso calumnié.
Justifiqué lo que hoy entiendo fue un momento inoportuno, fortuito, quizás incluso irrelevante, distorsionándolo hasta convertirlo en mi verdad absoluta. Por suerte, o por inducción, aprendí del error y me di cuenta que no estaba siendo justa.
Fui vulnerable, ¿Que ser humano no lo es? Lo importante es que tuve, tengo el valor de admitirlo y aproveché un escenario sin duda más favorable que el primero y mucho más directo, más real, para ver de otra forma a la persona anteriormente prejuzgada. Reordené mis ideas y percepciones con un juicio objetivo, y tuve la grandeza de reconocer sus virtudes y fortalezas.
Doy por aprendida la lección. Favorezco abolir el prejuicio para mi propia conveniencia. Antes de sentenciar a alguien o algo por ser bueno o malo, me tomaré los segundos necesarios para definir si estoy siendo objetiva. Asumo el rol de Elizabeth, con todo orgullo y sin ningún prejuicio.

4 comentarios:

Unknown dijo...

Amiga, se necesita valor para reconocer los errores. te felicito.

Marino dijo...

Fuimos formados con el concepto -muy atractivo- the "zero defects"...

Lo cierto es, que los defectos, los errores, lejos de ser un inconveniente, son una fuente inmejorable de experiencia, pavimentan en sí mismos el camino a la perfección.

Saber asumirlos, sin embargo, toma mucha madurez... Saber bajar la mirada y decirle honestamente a un congénere "mierda mano, la maqué" requiere de un gran ser humano

Conforta un chinchililín el saber que no será la primera vez, ni será la última...

Anónimo dijo...

Cuando hablo de "problemas culturales", me refiero casi siempre a todos esos prejuicios que le metieron a esta sociedad en la cabeza y que han frenado tanto su desarrollo. Hay tres grandes culpables de ello: los altos ejecutivos de la iglesia católica, Trujillo y Balaguer. Como resultado de ello tenemos, por un lado, ese machismo caricaturesco y bobalicón del macho dominicano, y por el otro, la doble, triple y hasta cuátruple moral que consume a tantos.

Ariel Pérez dijo...

Yo creo que el reconocimiento a un error es una virtud que pocos tienen. Pero por otro lado es algo casi inevitable el no prejuiciar a alguien. Todos tenemos una primera impresión de otra persona.
El detalle está en que el que miramos es la variante. Hay tanta falsedad e hipocresía en las personas de este mundo. Es un virus incurable, un defecto genético de los humanos, pero que es muy díficil de aceptar. Por eso existe el prejuicio.