Pasaron dos meses y casi la olvidé. Por más que me asomaba a la ventana, el parqueo seguía sin ella. La buscaba cada mañana con la casi necesidad de verla encender el Pontiac que hacía meses encendía él antes de irse a caminar junto a ella cada mañana.
De repente, cuando casi olvidaba su existencia, noté que la viuda de en frente apareció de nuevo y seguía igual de triste, tanto que a veces, a pesar de estar ahí no la veía.
Dos años despúes la veo de nuevo y esta vez, muy diferente. La Rubia de enfrente estaba sentada en el mismo lugar donde antes lloraba.
Ya no está sola, tiene compañía, ahora ríe a carcajadas y la sigo viendo desde mi ventana, como una señal inequívoca de que todo, absolutamente todo, por más difícil que parezca, pasa.
Como diría Rosa Francia Encarnación, hasta la ciruela pasa.
2 comentarios:
Definitivamente la cura de los sufrimientos es EL TIEMPO, no importa que tan difícil sea una situación, simplemente sigue su ciclo: va a la gaveta de los recuerdos, la que solamente abrimos para sacar experiencias y enseñanzas.
Rosa Francia
Nada como el tiempo para curar heridas y olvidar sin sabores.
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